Eh, esto me suena, otro año más en la salida de la subida a Aloña. ¿Otro más? Nooooooo.... esta décima edición ha sido la caña. Una carrera más larga, más dura, más bonita (si cabe), más técnica, más.... ¡emocionante! Hay que venir y correr, no se puede explicar, hay que vivirlo... es toda una experiencia.
Los 300 privilegiados que pillamos dorsal a tiempo salimos disparados, entre la ilusión y la incertidumbre, rumbo a la preciosa sierra de Aloña, que así se ve desde el valle por su escarpada cara norte. ¿Seguro que hay caminos que bajan por ahí sin peligro de despeñarse? Vértigo me da. Pero si todos estos van, pues yo también.
La primera parte es como otros años: tras el sube-baja de Garagaltza subimos por pista embarrada hasta Urtiagain; trago de agua y a cruzar un poco más de bosque buscando la loma de hierba que lleva al alto de Belar. Voy a ritmo llevadero, pues esto va para largo.
La subida no es larga pero sí empinada, y mucha afición como siempre animando. Llegando a Belar se puede volver a correr un rato, pero en realidad dan ganas de parar a contemplar el paisaje.
Hace un par de semanas estuve aquí un atardecer, de paseo, e hice estas dos fotos:
- de frente, toda la cresta de hierba que sube hasta la cruz; estampa emblemática de otros años, ahora un idílico prólogo;
- mirando hacia abajo, la hermosa caída hacia el valle con el pueblo al fondo; de allí venimos dando un rodeo.
Pues ale, entre correr y andar, siempre animados por el gentío, consigo llegar a la cima del Gorgomendi salvando 1000 m de desnivel. Aquí hace un frío que pela, un viento helado.
Otros años el tema era rodear la cruz y volver a bajar. Pero esta vez nada de dar media vuelta, un paso al frente y rumbo a lo desconocido. Pero primero... otro traguito de agua.
Biennnn, buena noticia. Para ir a Buetraitz se evita el impracticable y peligroso cresterío de piedra caliza. La aproximación se hace bajando y subiendo por toda la hierba, qué gozada.
Ahora, coronar Buetraitz ya es otra cosa. Hay que trepar como las cabras, vale. ¿Pero arriba? Arriba da vértigo. Te esperan para validar el chip y te mandan por una ¿senda? de roca cortante y resbaladiza. Estrecho, muy estrecho, haciendo equilibrios, cuerdas para agarrarse no sea que te despeñes... vértigo no, miedo es lo que tengo. ¿Así hay que bajar? Voy super despacio, me agarro a cada roca como una lapa, si pruebo a bajar de cara resbalo, y cuando veo un pequeño escape me aparto para que me adelanten los jóvenes, mucho más atrevidos.
Y bueno, acabo escapando de allí con la firme intención de no volver jamás, ja ja ja. La siguiente cima es Akaitz, un poco más benevolente. Acercarse, subir, coronar, es precioso. Las vistas, sublimes. Pero lo de bajar por roca lo llevo fatal.
La foto siguiente está tomada desde la cumbre de Artzanburu, la última y más alta de la carrera. Akaitz se ve al final de la cresta y más aquí Arriurdiñ, tercera de las cimas.
Desde Arriurdiñ se desciende al collado de Biozkorna, cruce de caminos. A un lado la sierra de Aloña y al otro la de Aizkorri. Por un lado se baja hacia Oñati, por el otro hacia Arantzazu. Sí, por aquí nos lanzaremos ladera abajo en dirección al pueblo, pero antes partimos en sentido contrario hacia la majada de Ezkista.
Al fin un trecho de baja dificultad donde gozar corriendo en suave descenso. Un tramo precioso y conocido. En Ezkista me paro en el avituallamiento para tomar un gel muy espeso, plátano y agua. La última subida, la de Artzanburu, es por una larga loma herbosa.
Subiendo voy bien, tengo buen fondo. En los pocos momentos de baja pendiente voy rápido. Pero en las frecuentes bajadas técnicas pierdo minutos y minutos, me adelantan por decenas. Al menos este año vengo bien entrenado muscularmente para el monte y no sufro.
Desde la cumbre de Artzanburu no solo se ve la cresta por la que vinimos, sino también la impresionante caída hacia el valle con el pueblo abajo al fondo. Objetivo, volver hasta allí sano y salvo. Por el momento se interpone el descenso al collado de Biozkorna, no demasiado técnico pero sí muy duro por la gran inclinación de la pendiente. El ibón y la amplia y verde pradera asomándose al precipicio me esperan ahí abajo, que me matooooooooo.
Y de allí, a lanzarse por la cara norte de la sierra camino de los bosques que conducen al valle. Una bajada larguísima, muy variada, tensa, no muy técnica pero a cambio peligrosa. Descarnado camino con piedra suelta al principio, estrechísimo sendero con barro surcando el precipicio, lo más alucinante nunca sale en las fotos, hay que hacerlo.
Atravesando bosques es muy fácil darse una buena galleta. La pendiente y la moderada dificultad aparente incitan a la velocidad. Pero todo es engañoso, es difícil estar seguro de dónde pisas. Fango profundo, raíces camufladas entre mantas de hojarasca, barro-ski, en una de esas me vi volando de cabeza. Por suerte reaccioné rápido y evité el accidente con una caída más acrobática que dañina.
Todo un espectáculo de bajada, así lo iban comentando todos aquellos con los que iba coincidiendo. Y al fin, la entrada al pueblo y el callejeo hacia la plaza. Muchísima gente animando. Yo traía las piernas fuertes y aproveché el asfalto para coger velocidad y adelantar unas cuantas posiciones.... nada significativo con la que me había ido cayendo en las bajadas técnicas, 3 horas largas me llevó completar la excursión. Pero al menos crucé la meta fuerte, entero y... feliz.
Seguro que hay por el mundo muchas carreras bonitas, seguro que no soy objetivo hablando de la carrera de mi pueblo, pero a mi me parece lo más bonito que conozco. Ven y vívelo, no lo olvidarás.