Un día espléndido para correr. Llego con mucha antelación, pero a última hora ni caliento ni me acerco a tiempo a la salida. Como resulta ser caótica, paso por el arco más de medio minuto después del pistoletazo. El gentío es tal que no hay manera de adelantar ni coger ritmo sin desquiciarse. Me lo tomo con toda la calma que puedo, resignado a pasar un rato entretenido entre parones y zig-zags.
El recorrido baja hacia una zona horrorosa, polígonos sin edificar por las afueras de la ciudad. Muchos giros, el pavimento no es agradable, la gente tapona, se cruza. En la desesperación de los atascos, algunos optan por adelantar recortando barbaridades de metros. En fin, nada agradable.
Sin embargo, por lo que comprobé después, perdí menos tiempo del que suponía en estos primeros kilómetros. Conclusión: un ritmo medio decente con tantos parones solo se consigue apretando más de la cuenta en los torcidos adelantamientos. No tardaría en pasar factura.
Entre el km 7 y el 10 corrí bien, rapidito, regular, adelantando con fluidez y saludando a varios colegas. Luego volvimos a la ciudad y empezó una suave y larguísima cuesta arriba. Ya no me encontré tan cómodo. Las pulsaciones empezaban a subir, y tenía más interés por llevarlas estables que por pelear un crono interesante.
Me acomodé detrás de una pareja mixta para dejar pasar unos kilómetros que se me estaban haciendo largos y pesados. En el km 17 se gira para cruzar el centro adoquinado. Poco a poco fui recuperando un ritmo más alto, pero en ningún momento me encontré con ganas de sufrir, ni siquiera en el favorable último kilómetro.
Total, que crucé la meta en 1h25m39s muy entero, con la sensación de haber hecho un fenomenal entrenamiento de ritmo. Y lo más agradable, el compartir sensaciones con multitud de colegas, tanto a pie de pista como a pie de barra con las cañas y tapas.
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