En el último momento me acordé de lo que me había hablado Antonio Duquito en Sevilla, una carrera de montaña de 16 km en Collado-Villalba a beneficio de su vecino Joaquín, que sufrió un gravísimo percance el pasado verano. En su momento le dije que imposible, tras el maratón de Sevilla me tocaba un mes de descanso, justo hasta la fecha de la carrera.
En estas semanas sin correr he pasado bastantes ratos en el gimnasio, recuperando fuerza o leyendo Le rouge et le noir de Stendhal en la máquina elíptica, ja ja ja. También he subido a la sierra a andar por el monte: Hoyo de Manzanares, Machota Baja, Maliciosa y Guarramillas nevado... Y justo este pasado viernes, tras varias sesiones de fisioterapia orientadas a recuperar el maltrecho isquio-tibial derecho, me animé por fin a trotar un rato. Bajé al puente del Retamar en el río Guadarrama y de allí cogí un sendero que remonta el arroyo de Lazarejo hacia Punta Galea. Fueron 9 km muy suaves que me dejaron muy a gusto y... con ganas de más, je je.
Así que, pensando en hacer una pequeña salida al monte el domingo, me acordé de esta carrera. Y sin pensármelo mucho, me apunté. La semana pasada, disfrutando de la nieve, hacía un sol estupendo para anunciar la primavera. Este domingo, sin embargo, había vuelto el fresco, así que me puse manga larga, buff y guantes. Pero el día parecía estupendo para correr. En la salida me encontré con Duquito, y le dije que no se quedara conmigo. Me había pertrechado con el ipod, decidido a transitar en cola de pelotón lo más relajado posible.
Salimos del pueblo dirección sierra de Hoyo, una zona que no conozco pero muy cercana y similar a la que a veces frecuento desde La Berzosa. Caminos de tierra y piedra, muchas veces suelta, que van subiendo y subiendo poco a poco, zonas de sube y baja, y al final fuertes repechos, estrechos, profundos, parecen trincheras, donde es imposible adelantar. Eso me vino muy bien para no animarme más de la cuenta, con lo que fui llegando a las zonas más altas con poco desgaste.
Allí me encontré con Duquito y ya fuimos juntos la segunda parte, la última subida a la Peña del Águila y el fuerte descenso, con vistas espectaculares hacia La Pedriza por un lado y hacia la sierra de Guadarrama por el otro. Bajamos despacio, con mucha precaución, y solo al final llegando al pueblo estiramos un poco las piernas para acabar a buen ritmo.
La carrera había sido bien bonita. Durilla para el que saliera a disputarla. A mí me sentó fenomenal, y eso que tenía mis dudas. A pesar de no tener kilómetros en las piernas, me encontré muy a gusto, gracias a haber conseguido controlarme. Fenomenal entrenamiento, pues, para iniciar la temporada primaveral, que este año va a ser relajada y orientada a la media montaña.
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