19.5.06

Michel Houellebecq (1995). El absurdo creador.


Según la poética de Jean Cohen (Le haut langage, 1979), ciertos modos de percepción del mundo son poéticos en sí mismos. La poesía no es solamente otro lenguaje; es otra mirada. Una manera de ver el mundo, todos los objetos del mundo (tanto las autopistas como las serpientes, las flores o los aparcamientos).

Toda percepción se organiza sobre una doble diferencia: entre el objeto y el sujeto, entre el objeto y el mundo. Para Cohen, la poesía opera una disolución general de las referencias: objeto, sujeto y mundo se confunden en una misma atmósfera patética y lírica.

Por el contrario, la metafísica de Demócrito lleva esas dos distinciones a su máxima claridad: "lo dulce y lo amargo, lo frío y lo caliente, el color, no son más que opinión; la única verdad son los átomos y el vacío". La poesía, así, parece condenada como residuo simpático de una mentalidad prelógica, la del hombre primitivo o la del niño.

El problema es que la metafísica de Demócrito es falsa, ya no es compatible con los datos de la física del siglo XX. La mecánica cuántica invalida cualquier posibilidad de metafísica materialista, y conduce a revisar de arriba abajo las distinciones entre el objeto, el sujeto y el mundo.
En conjunto, los físicos han seguido siendo fieles a la "interpretación de Copenhague" (Niels Bohr, 1927), que puede resumirse así: "nos conformamos con reunir observaciones, observaciones humanas, y con ponerlas en correlación mediante leyes. La idea de realidad no es científica y no nos interesa".

En la atmósfera de catástrofe conceptual provocada por los primeros descubrimientos cuánticos, llegó a sugerirse que sería oportuno crear un nuevo lenguaje, una nueva lógica, o ambas cosas. Es evidente que el lenguaje y la lógica antiguos se prestaban mal a la representación del universo cuántico.

Sin embargo, Bohr era reticente. La poesía, subrayaba, prueba que la utilización sutil y parcialmente contradictoria del lenguaje corriente permite superar sus limitaciones.

El principio de complementariedad planteado por Bohr es una especie de gestión sutil de la contradicción: se introducen simultáneamente puntos de vista complementarios sobre el mundo; cada uno, por separado, puede ser expresado sin ambigüedad y en lenguaje claro; cada uno, por separado, es falso. Su presencia conjunta crea una situación nueva, incómoda para la razón; pero sólo podemos acceder a una representación correcta del mundo a través de ese malestar conceptual.