Romance y corrupción son los ingredientes de esta película policial de Jim McBride. La ayudante del fiscal de Nueva Orleáns (Ellen Barkin) se traslada a un pueblo del Estado para poder investigar in situ un problema de supuestas corrupciones del cuerpo de policía. Mientras está realizando sus investigaciones, aparece en su vida Remy, un detective apuesto y cautivador (Dennis Quaid), al que la vocación profesional le viene de una familia que actúa siempre como una piña.
Remy, con un planteamiento laxo, asegura a la ayudante del fiscal que la policía está limpia; pues no da importancia a ciertos privilegios y sobornos. Acabarán acostándose. Y claro, mezclar trabajo y placer no va a ayudar, sobre todo cuando a él le tienden una trampa. Y es que el caso de corrupción, como ocurre normalmente, es mucho más amplio de lo que parecía. Lo que se ve es solamente la punta del iceberg.
Dos buenas interpretaciones y un poquito de enredo para esta película sobre los peligros del abuso de poder, en el que se suele caer poco a poco con cosas pequeñas. La intriga planteada no deja cabos sueltos y engancha hasta el sorprendente desenlace.
La banda sonora es absolutamente impresionante, todo un curso acelerado sobre la música tradicional de la zona, que son básicamenye el cajun y el zydeco. Todavía tengo la casette que compré después de ver el estreno en cine y la sigo escuchando de vez en cuando. A ver si encuentro el DVD para verla en VO, pues la versión que he conseguido corta los laterales de la pantalla y tiene el sonido mal sincronizado.
Aún así la vi de un tirón, y después de tantos años la recordaba como si fuera ayer. No es que sea muy buena, pero lo que sea que me enganchó hace más de 20 años aún perdura. Ellen Barkin, antes de hacerse famosa con Melodía de seducción, me cautiva con su mirada miope y su expresión arrobada. Y encima aparece haciendo footing, con un estilo adorablemente cómico (vamos, que no había corrido en su vida). Pero qué vien luce su modelito sudado. Bueno, vale que...
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