La segunda quincena de agosto la he pasado en la playa, en las Landas, al norte del País Vasco. Un paraíso de dunas, pinares y playa con mareas y oleaje, como a mí me gusta. Una reserva natural protegida de la especulación y el turismo masivo. Vamos, que es el cuarto año que me dejo caer por aquí y mi satisfacción sigue en aumento.
En el pueblecito de Léon organizan todos los años una bonita carrera de 10 km junto al precioso lago. Este año también salía, unos minutos más tarde, otra de 5 km largos a una vuelta. Y allí me presenté la tarde del sábado, directo desde el torneo de volley-playa, ja ja. Por suerte el calor no apretó ese día.
No éramos muchos, pero para ganar siempre hay tortas. Con el disparo, un grupo de ocho salió en estampida. Yo me quedé cortado con dos o tres siguiéndome los pasos.
También estos venían decididos a dejarme atrás, pero acabamos haciendo grupito un buen rato. Mi peor posición llegó a ser la 11. Pero no es fácil acertar con el ritmo en una carrera veraniega, y algún que otro jovencito del primer grupo pagó cara la osadía.
Hacia el tercer kilómetro, el mero hecho de mantener mi ritmo de 3:45/km hizo que mis compañeros de carrera empezaran a ceder hasta perderse muy atrás. También fue cayendo alguno más del grupo delantero.
Así que llegué a la zona del estadio en solitario, los primeros muy adelante y los que había descolgado también lejísimos. Buen ritmo, buenas sensaciones y un quinto puesto de la general.
Muy contento y a seguir disfrutando de los entrenamientos por las pistas ciclables en pleno bosque, de la bici, el volley, el mar, las clases de gimnasia... ¡viva las vacaciones!
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