Y el día empezó al revés. Primero me perdí en la carretera. Se me pasó la desviación a Cuenca y casi aparezco en Albacete. Cuando llegué a la ciudad me encontré con el gran Chulipan, que me indicó por dónde subir al barrio del Castillo, la zona de salida. Allí recogí el dorsal, me lo puse al revés. A falta de escasos segundos para dar la salida, me doy cuenta de que también estaba al revés la camiseta. Claro, se me hacía raro una camiseta de tirantes hasta el cuello. Y por detrás enseñando la espalda, ja ja ja. En fin, así se quedó.
Salida rápida, cuesta abajo. Y se me cae la llave del coche que estaba en el bolsillo. Entre que me doy cuenta, me vuelvo esquivando la manada de corredores que me arrollaban, rescato la llave y tal, se me pasa un ratillo. En fin, esos fueron todos los percances. Tampoco es para tanto.
La carrera era muy entretenida. Primero una larga bajada por carretera hacia el río. Luego un sendero de tierra, a ratos muy estrecho, con diversos repechos, bajando el río Júcar. Todo el rato adelantando más y más corredores, a consecuencia del percance en la salida. En el km 8 se cruza el río para salir de la ciudad por la orilla contraria. Esta vez se trata de un ancho carril bici paralelo a la carretera. 5,5 km un tanto monótonos y más bien subiendo. Por suerte me alié con otro y fuimos mano a mano a buen ritmo, así se hizo más llevadero.
Tras una fea pirula volvimos a cruzar el Júcar para volver a la ciudad por el margen izquierdo. Por allí andaban estacionados los espectaculares coches de la subida a S. Isidro, esperando que pasáramos para correr su prueba. Y allá por el km 15 volvimos a enganchar con el sendero de la primera parte. Gracias al arbolado que siempre acompaña a los ríos conseguíamos algunos momentos de cierto frescor. Porque el día era muy caluroso, y teniendo en cuenta el cambio horario en realidad estábamos corriendo a mediodía.
Me encontraba bien, así que casi sin querer fui estirándome de nuevo y adelantando varios corredores en dificultades. Y ya llegando a la ciudad atrapé a un pequeño y simpático japonés (Shinichi Sasaki) que iba haciendo fotografías a diestro y siniestro, amén de saludando a todo el mundo. Creaba tanto ambiente que me quedé con él, y juntos atravesamos la parte baja de la ciudad camino de meta. Entramos por debajo de 1h25m y enseguida me agarró para hacernos un selfie. Todo un crack, el tío. Tercero y cuarto quedamos de nuestra categoría. Y treintaypico de la general. No está mal para dos viejales, el uno en plan reportero y el otro haciendo hambre antes del turisteo, ja ja ja.
El largo paseo por la Cuenca de la hoz del Huécar fue estupendo. Aunque me molesta tanta gente queriendo llegar en coche hasta la puerta de todos los sitios. Comí un menú manchego con vistas a la hoz y por la tarde me llegué hasta la Ciudad Encantada para pasear entre las espectaculares y caprichosas formas de roca calcárea. Vamos, un día completito.