Una decepción: si esta era la obra maestra que devolvía a Woody Allen a las alturas, apañados estamos. Tampoco ayudó nada la versión doblada, con frecuentes momentos enojosos.
Los pastiches de humor, filosofía, drama, dieron un fruto original, lleno de fuerza y frescura. Pero eso fue hace muchos años. Da la impresión de ser una pálida y superficial expresión de lo que fue y no volverá.
El guión, tan importante para Allen, es muy flojo, de cartón-piedra, lleno de fisuras e incongruencias. Adolece de una continua falta de causalidad. La historia es excesivamente previsible al tiempo que tosca, de manera que a ratos dan ganas de saltarse un trozo. Y las piruetas finales son demasiado teatrales, está muy claro que cualquier otro desenlace podía valer, en realidad da igual. El uso del clásico deus ex machina se vuelve en su contra.
Lo que antaño apreciábamos como un guiño culto y graciosamente exhibicionista se revela ahora como una mala autocaricatura. Quizás el mundo de Woody Allen era tan sugerente como pequeño. Y con el paso del tiempo, sencillamente no da más de sí.
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