"¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!"
El inicio es brillante y entretenido, con una mezcla muy sugerente de lengua culta y popular. Lázaro es encomendado a un ciego y las andanzas que se traen son lo mejor del libro.
"-¿Sabes en qué veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos y callabas."
"Antes que el mal ciego sacase de mi boca su trompa, tal alteración sintió mi estómago, que le dio con el hurto en ella, de suerte que su nariz y la negra mal mascada longaniza a un tiempo salieron de mi boca.
¡Oh gran Dios, quién estuviera aquella hora sepultado, que muerto ya lo estaba!"
"Con tanta gracia y donaire contaba el ciego mis hazañas, que, aunque yo estaba tan maltratado y llorando, me parecía que hacía sinjusticia en no reírselas."
Tras el famoso incidente del salto del arroyo y el poste de piedra, Lázaro se asienta con un clérigo.
"Escapé del trueno y di en el relámpago."
El capítulo mantiene casi la altura del anterior. Sin embargo, lo que le acaeció con un escudero pierde algo de fuerza narrativa, tanto en la anécdota como en el uso del lenguaje. Los últimos capítulos me parecen de menor interés.
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