30.4.18

XIV. Aloñako Igoera 22.05.18


Al fin vine a correr con Swede tras dos años de intentos, estaba seguro que le gustaría mi carrera favorita. En realidad hemos venido gracias a él. Cuando tocaba inscribirse, allá por el mes de enero, apenas conseguía trotar 10 km seguidos esporádicamente. Mi actividad principal eran las sesiones de spinning. Pero el ánimo y entusiasmo con que emprende mi colega todo lo que hace me ayudaron muchísimo a la hora de perseverar en los modestos entrenamientos.
No he corrido por el monte en todo este tiempo, pero al menos (también con la excusa del medio maratón de Valencia) sí he conseguido asegurar cierto aguante aeróbico. Volver a los montes de Aloña era una ilusión al tiempo que una incógnita, estaba por ver cómo responderían mis maltrechas piernas.


Y aquí estábamos la soleada mañana del 22 de abril, otra vez en linea de salida. Gran ambiente en la plaza, prólogo de la enorme cantidad de animadores que tuvimos a lo largo de casi toda la carrera en un espléndido día primaveral que invitaba a asaltar nuestro precioso monte.
La noche anterior la habíamos apurado con Jaio, nuestra bacante, primero dando una vuelta por Arantzazu y luego degustando una espléndida lubina con espárragos y txakoli. Un privilegio tener una amiga como ella. Hasta se lanzó al monte a ver la carrera en vez de permanecer en los brazos de Morfeo.


La gran sorpresa de este año ha sido (pese a lo que pueda indicar la foto -qué gordito me veo, ja ja-) la ausencia casi total de barro. La semana soleada ha penetrado incluso hasta lo más recóndito del bosque. Salí muy suave, en la parte de atrás del pelotón. Aunque tranquilo, subiendo hacia Urtiagain remontaba posiciones, pues es un tramo en el que todavía no tengo que subir andando.
Lo de andar empieza nada más pasar el avituallamiento, cuando nos vamos directamente a buscar la falda de monte que subirá hacia el alto de Belar. Pongo un tran tran llevadero y disfruto como nunca de las espléndidas vistas del valle. En cielo abierto el sudor se me enfría con el poco viento y me coloco el cortavientos.


Y así es como tras un buen rato consigo llegar a la cruz en pequeño grupo. Mucha animación y a reponer fuerzas en el refugio antes de emprender la zona más delicada para mi, los tres picos de la cresta con sus piedras afiladas. Llevo guantes de bici para apoyarme en la roca. Este año no resbala y llevo mejores zapatillas. Las bajadas técnicas voy muy lento, la rodilla izquierda no me sostiene bien ni la doblo mucho. Pero en muchos momentos también es una gozada ir haciendo el cabra entre piedras y hierba. Un paraje singular que llega a impresionar si pasas por aquí en solitario cualquier otro día.
Al final se baja hasta el avituallamiento para emprender la última y larga subida a Artzanburu, en tres tramos. Cuando te parece que estás llegando arriba se te aparece de pronto una segunda loma. Cuando la estás superando, entonces divisas las piedras de la cumbre.
Es el punto más alto de la carrera. Pero todavía restan muchos kilómetros. Y no siempre bajar es lo más fácil precisamente. Se baja Artzanburu en fuerte pendiente, y mientras freno me pasan algunos a toda velocidad, qué envidia verles bajar con esa ligereza.
Desde el ibón se enfila la cara norte de la sierra para descender hacia el valle. El primer tramo pierde poca altura todavía y empieza con una piedra suelta muy molesta. Voy tranquilo junto a una jovencita que me da conversación. Me duele por algún hueso cerca del talón izquierdo y tengo que controlar la pisada. Luego ya todo es cada vez más bonito desde el estrecho sendero hasta la bucólica entrada en los bosques.


Por allí nos espera el guardián del infierno. Y el infierno es bonito y peligroso. Fuertes pendientes llenas de hojarasca donde te lanzas a pisar sin saber nunca qué hay debajo. Hay que ir en todo momento muy concentrado.
Cuando al fin llegamos al valle y se atisban los primeros caseríos del pueblo, la atención se relaja y... patapum, al suelo. Revolcón sin más. Espero a que el gemelo se desbloquee y sigo corriendo ya en asfalto para entrar al pueblo por Altxibarralde.



Llevo los muslos como piedras de tanto frenar en la bajada y, por supuesto, de no haber entrenado en montaña. Pero feliz al ver que una vez más voy a conseguir acabar dignamente la carrera y sin aparentes señales de perjuicio físico.
La recta de llegada por Atzeko kale una gozada, todo lleno de niños palmeteando con cada corredor. La meta, en medio de la plaza, reserva a los esforzados corredores una zona estupenda para recuperarse y comentar la carrera con todo tipo de dulces, frutos, bebidas, sillas a la sombra... y más tarde tortilla, bocata de chorizo cocido, sidra... una organización encomiable.


Campeonato de Euskal Herria era y se notaba en el alto nivel medio de los participantes. Yo tardé 3h13 y llegué bastante atrás de un pelotón de menos de 300 participantes. No se admiten más para preservar el monte y la buena atención, por eso las plazas se acabaron en enero al poco rato de salir.
Pues nada, que nos fuimos los tres a celebrarlo al merendero con una buena comida antes de despedirnos del pueblo y salir de vuelta, muy a mi pesar, hacia tierras castellanas.
Ojalá pueda seguir repitiendo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

..."Agradezco a Baco que decidiera mostrar su descubrimiento al mundo de los mortales, ya que saborear una copa de vino posee ese carácter mágico que abre las puertas a la alegría, la relajación del cuerpo, al optimismo, a la risa en compañía y a las buenas sensaciones"…

Bakoitzak bere erlijioa bilatzen du, zuk zapataila batzuk jantzi eta mendira ... nik arno
botila bati tortotxa aterata.

Beti aurkituko nauzu bakanal bat egiteko prest, nahi duzunean bueltatu

Plazer bat izan da, beti bezala, laister arte,
Jaione