14.6.16

Cross Alpino del Telégrafo 11.06.16

"Una carrera bonita y espectacular, de las de repetir". Así acabé la crónica de mi primera participación en este Cross Alpino del Telégrafo, hace dos años. Y aquí he vuelto, al lugar del crimen, ja ja, porque la galleta que me pegué aquel día bajando fue de las de recordar.
Dos veces estuve entrenando por este recorrido los últimos días. El calor aprieta de lo lindo pero el sendero que sube hacia el puerto de Navacerrada siguiendo el regato es fresco, bien cubierto de pinos. A primeros de marzo empecé a salir por el monte y este era mi objetivo final, antes de volver al llano en verano. 
Pues he acabado contentísimo. Venía confiado, motivado, y además me salió una carrera perfecta.
Nos juntamos cientos de corredores en la plaza de toros, a pleno sol, en horario taurino, dispuestos a tirar monte arriba. Entre ellos, para mi sorpresa y alegría, Carlos Swede, gran persona.  De allí nos dirigimos en salida neutralizada hasta la salida del pueblo de Cercedilla, donde se acaba el asfalto y se inician los caminos forestales.
Salida. Tras unos primeros metros llanos en los que me adelanta bastante gente, se inicia una brusca subida por camino algo estrecho y pedregoso, camino del pantano de Navalmedio. Casi me alegro de las dificultades para adelantar, pues es momento de reservar fuerzas. 
Pasado el pantano emepezamos a remontar el regato y a adentrarnos en zona de bosque, dejando atrás el sol agresivo. Voy encontrando mi ritmo y me encuentro emparejado con Manuel Montealegre, somos 3º y 4º veteranos B (50+). Estamos ya en la parte más bonita de la carrera, la larga subida hasta el puerto cruzando arroyos y siguiendo estrechos senderos en los que a ratos se corre y a veces, especialmente al final, no hay más remedio que trepar andando.
Manuel lleva un paso corto y rapidísimo, se me va escapando. No hago por seguirle, yo a mi ritmo, guardando fuerzas para la vuelta. Me siento fenomenal. 
Se acaba el bosque y salimos por la estación de tren. Un poco de público me da un subidón de ánimo, estiro las piernas en el corto llano y las noto bien. Tras subir unas escaleras, falta trepar por la pista de ski para llegar a la altura del puerto de Navacerrada, bajo los telesillas. Me agacho empujando las rodillas e intento subir por el lateral donde hay algo de hierba y resbala menos. Pongo un buen ritmo, voy muy animado.
Ya estoy en el puerto, ahora queda subir al alto. Esta parte es muy diferente a la de hace dos años. Entonces lo hicimos por unos caminejos donde había que escalar por roca. En esta ocasión se sube por donde, creo, fue entonces la bajada, un camino empinadísimo y lleno de piedra suelta, con mal agarre. Pero ya lo hice el otro día entrenando, sé cuánto puedo apretar. Todavía luego un último tramo, este más agradable, y al fin consigo coronar en la zona de las antenas. 


El otro día me quedé un rato aquí a cielo abierto, al sol y al viento, disfrutando del espectacular paisaje. Hoy no había tiempo, pasé por el control donde estaban reunidos aquellos corredores que hacían meta en el alto, los de la Copa de España de carreras verticales. Pero mi Cross era de ida y vuelta, ahora empezaba para mí la parte más importante. 57 minutos había tardado en subir e iba en cuarta posición de mi categoría (Manuel me sacaba un minuto) y el 36 de la general.
Con la esplanada por delante no tenía claro por dónde había que seguir. Alcancé a dos y pregunté. Que sí, que para adelante. Sigo y me encuentro de golpe con lo que parece otra pista de ski, bajando estilo cortafuegos hacia el camino Schmidt. Este no es mi terreno, bajo despacio, con mucha precaución, siempre con la sensación de estar a punto de resbalarme y caer. Cuando acabo con eso cruzo por delante de la residencia militar de Los Cogorros para coger la carretera de vuelta al puerto. Veo uno que intenta entrar en la carretera a gatas bajo una valla. Miro para arriba y diviso muchos corredores bajando por la herbosa pista de El Escaparate. Supongo que se han equivocado. Mejor para ellos, no solo recortan sino que la bajada es más agradable. 
Por la carretera compruebo que mi ritmo es bueno, he sabido regular en la subida. Ni paro en el avituallamiento del puerto, por larga que sea la carrera no me suele sentar bien nada en el estómago. Queda todavía la bajada de la primera pista de ski, dura para las piernas de tanto frenar. No sé bajar más rápido y frenar menos. En este corto tramo nos cruzamos con los que todavía van de subida. En uno de esos cruces se me dobla un poco el pie, un susto que no parece tener consecuencias.
Y ya pasada la estación, de nuevo al bosque. Ahora sí empieza mi turno, a ver qué tal se me da. Bastantes kilómetros entre bajadas no muy técnicas y una parte final variada donde hace falta un buen ritmo y fuerzas para soportarlo. Aupaaaa.
En general la vuelta no es por el mismo camino. Seguimos el mismo regato pero habitualmente por la orilla contraria. Esta primera parte es tremenda. La primera vez que pasé por aquí fue en bici y en sentido contrario. Le llamaban el camino del Calvario, paralelo a la carretera que sube al puerto. La gracia consistía en ver quién era el guapo que lo hacía sin tener que poner pie a tierra. Ahora íbamos de bajada, una pista con una inclinación ideal para coger grandes velocidades si no fuera porque... está plagada de piedra suelta y raíces. Vamos, todo un peligro. Y si algo traía fijado en la mente era, por favor, no te la pegues bajando como el otro año que puede ser duro. 
Aún así arriesgué hasta el límite, eso sí, sin perder en ningún momento la concentración. Uno a uno, iba adelantando posiciones. Cuando vi a Manuel a lo lejos aumentó mi confianza. Un poco más adelante, en un tramo más estrecho y técnico, yo llegaba rápido y fuerte. Al salir a camino abierto apreté y me fui solo para adelante. También adelanté entre otros al segundo, no estoy seguro cuándo, que me había sacado minuto y medio en la subida. 
Ahora llegaba otro tramo importante, un largo sendero por encima del pantano de Valdenmedio, bastante llano, donde aspiraba a imponer mi ritmo. Adelanté a uno al principio y lo recorrí raudo, sin divisar a nadie por delante. Pero perseveré. Fuertes bajadas hasta un arroyo camino ya del pueblo de Cercedilla. Cruzo el puente, enfilo un repecho de hierba que da a la primera calle y veo delante de mi al primero de mi categoría, Garmendia, que me había sacado más de cuatro minutos en la cima. Parece que va justito, porque le alcanzo pronto. Nada más agarrar asfalto le adelanto a tope y tiro todo lo que puedo, espero que no reaccione. Tres tramos de calle, vuelta por detrás y entrada a meta en la plaza de toros. Llego a tope y contentísimo. Una carrera redonda. Primero de mi categoría y 24º de la general. Y sensaciones buenísimas, he sabido regular mis fuerzas y aprovechar mis puntos fuertes. Esto me da una enorme moral para entrenar bien este verano. 
Me quedé a esperar la entrega de trofeos. Charlé un buen rato con Carlos, también con Manuel, una persona muy agradable, muy contento también a la vez que sorprendido por su tercer puesto. A Garmendia, segundo esta vez, no le conozco personalmente. No se le veía muy animado y sí le recuerdo del podium de la carrera de la Vuelta a La Jarosa hace dos años, que fue al revés, él primero y yo segundo. Éramos más jóvenes, ja ja ja....


1 comentario:

Anónimo dijo...

Egun on,

Garrantzitsuena ahaztu zaizu kontazea, zer dagoen plastikozko poltzan?
Bazen garaia kopak atzean usteko eta sorpresatxoak banatzeko!!!

ZORIONAK!! Itzuli ona!!

Egun ona izan eta muxuak,
Jaione