En un barrio de viviendas protegidas de Edimburgo aparece asesinado un sin papeles. ¿Se trata de una agresión racista o de algo muy distinto? Es un caso que, sin duda, interesa a John Rebus, que se encuentra en ese momento rodeado de problemas: han cerrado su antigua comisaría y sus jefes querrían que se retirara. Pero Rebus es más terco que nadie. Durante las indagaciones visita un centro de detención para inmigrantes, trata con el sórdido mundo del hampa de Edimburgo y probablemente acabe enamorándose...
Siobhan Clarke, por otra parte, tiene sus propios problemas. Una joven de dieciocho años ha desaparecido de casa y ella se siente obligada a ayudar a los padres, lo que implica acercarse más de lo debido a un violador convicto. Está además involucrada en otro caso, el de los dos esqueletos de mujer y de niño enterrados bajo el suelo de cemento de un sótano en el callejón Fleshmarket, un asunto que alguien quiere que salte a los medios, pero ¿quién y por qué? ¿Existe alguna relación entre este caso y el del barrio de pisos baratos de Knoxland?
Es la tercera novela que leo de Rebus&Clarke y ya son para mí una pareja familiar y una lectura siempre interesante además de entretenida. Por no citar otros efectos colaterales: últimamente oigo mucha música de influencia Rankin (Goldfrapp, The Blue Nile, Jackie Leven, John Martyn, Morphine...).
En una ocasión se pregunta Rebus si en algún idioma usarán alguna palabra parecida a la que se usa en Escocia para denominar esa suave lluvia que te deja empapado en un momento: "smirr". Pues qué parecido es nuestro "sirimiri" vasco, tan onomatopéyico.
Y para acabar, una cita de la novela: “Rebus llevaba una bolsa en la mano derecha con una botella de whisky de veinte libras y no estaba dispuesto a estampársela en la cabeza si no era estrictamente necesario. Sin saber por qué pensó en un chiste de Chic Murray: un hombre cae al suelo con una botella en el bolsillo, siente algo húmedo, se palpa y exclama: “¡Gracias a Dios que es sangre!”.
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