En el km 25 se coge de nuevo Sancho el Sabio para bajar paralelo al Urumea. Llevaba ya un buen rato deseando pillar a mi grupito, que me aseguraba cierta comodidad y relajación a un ritmo invariable de 4:07-4:08/km. Pero los puestos de avituallamiento me fastidiaban continuamente; cada 2,5 km bebía un poco de agua, o a veces bebida isotónica, y en la maniobra siempre me quedaba colgado.
Y les pillé, notando enseguida la facilidad de seguir a rueda. Pero fue allí también cuando apareció la primera señal de peligro: el vasto interno de la pierna derecha se estaba empezando a agarrotar. Esto me suena, fue lo primero que pensé, todos los años empieza igual el asunto. La única incógnita era cuánto tardaría en ponerse feo de verdad.
No perdí la calma ni la determinación. Me encontraba fenomenal, llevaba una carrera estupenda, durante la primera vuelta pequeña vi que 4:07-4:08 (justo el ritmo de MP) me salía casi sin querer, y ahí me planté. No me permití ir más rápido, tenía decidido de antemano que de ninguna manera navegaría más rápido que eso este año. Así que estaba corriendo muy regular, y con el tiempo nos habíamos ido agrupando unos pocos a ese tran-tran.
Pasaron las dos horas de carrera y se acercaba el paseo de La Concha. Llegando al km 30 inicié las maniobras para tomarme un powergel, algo nada fácil: quitar guantes, rebuscar por el bolsillo interior del pantalón, varios mordiscos hasta romper el plástico, chupetear, coordinar todo eso con la llegada del avituallamiento para agarrar un botellín de agua, beber, volver a poner los guantes... vamos, que perdí al grupo definitivamente.
Las sensaciones todavía eran buenas, no me costaba mantener el ritmo; las piernas se iban cargando, pero no más de lo normal a esas alturas. Como otras veces, abandoné Ondarreta cuesta abajo animadísimo. Y, como otras veces también, el km32 en la Avda. de Tolosa, poco después, fue el inicio de mi tortura.
No me gusta nada esta avenida. Ya lo había venido pensando en la primera vuelta grande, cuando nos separaron de los que corrían el medio maratón para encontrarnos de vuelta con otros más lentos. Y cuando resultaba difícil no pisar torcido en sus eternas rectas. Y cuando recordaba aquel medio maratón primaveral en el que vi, impotente, cómo me adelantaba el pelotón de 1:25. O el año de aquel maratón en el que me vi tirado en el suelo, aquí mismo, acalambrado, mientras una cariñosa chavala me daba masaje con hielo en el isquio de la pierna derecha viendo pasar de largo el grupo de 3h.
Lo mismo de siempre. No es que las piernas se agarroten, no es que las fuerzas fallen, es que isquios y gemelos empiezan a amagar con el colapso, con dejar de funcionar, con acalambrarse. Y el único remedio para aplacar la amenaza parece ser bajar el ritmo. Y mucho. Supongo que al principio, aproximadamente, hasta 4:40/km.
A partir de ahí todo va orientado a cuidar en extremo los movimientos. Zancada corta, bajita, suave, nada de animarse, girar o subir un bordillo. Paciencia y resignación. Esto va mal pero puede ir mucho peor, así que al loro. De vuelta por la misma avenida, en el km 36, llegué a pensar si no sería demasiado conformista, que quizá todo era una cuestión psicológica, que había que darlo todo por intentarlo. Fuerzas tenía de sobra y hubiera podido ir charlando tranquilamente con cualquiera como en un rodaje de entrenamiento. Probé a acelerar un pelín.... y casi me quedo en el sitio. Ni hablar, prefiero perder 5 minutos por tener que ir despacio antes que perder 15 por quedarme tirado.
La velocidad es cada vez menor, a 5´/km más o menos. Una pena entrar por San Martín en esas condiciones, con tanta gente animando. Voy tirando fuerte de brazos para aliviar en lo posible el movimiento de piernas. En el km 40 me adelanta Volcán como una exhalación; me alegro mucho de verle tan entero peleando por un gran crono. Llegando al km 41 me adelanta Leo, que tampoco me ve. Otro que va a triunfar hoy, mejor marca personal con 58 años y medalla de bronce en este campeonato de España. Estos son mis héroes, mis ejemplos a seguir.
Tengo a Leo delante mío al girar a la altura del Estadio de Anoeta. Pasamos el km 41 entre el griterío de la afición. Como queda muy poco, decido pillarle y así animarnos mutuamente en este tramo final. Nos juntamos, subimos un poco la velocidad, llegamos a la altura del Estadio pequeño, veo a Loboaullador que nos pasa aceleradísimo y... catacrak, el isquiotibial derecho de todos los años, calambrazo. Me quedo clavado en medio de la ruta, estorbando. No puedo ni apartarme, ni agacharme, el músculo está duro, bloqueado, duele una barbaridad. Intento estirarlo doblando el tronco. Se acerca un chaval que me ayuda. Empieza andando, me dice. Pruebo. Ni eso, otra vez se me monta. Estiro más. Y salgo con un ligerísimo trote, apenas más rápido que andando, pero al menos me permite avanzar.
Me faltan unos 800m para meta. Miro el reloj. Por muy lento que vaya, si no tengo que pararme otra vez entraré dentro de las 3h, así que paciencia y nada de acelerar. Solo en la recta de meta me permito soltar un poco la zancada y disfrutar con alegría de haberlo conseguido de nuevo. Entro en 2h58m53s. Cuarto año consecutivo bajando de 3h. A pesar de todo estoy contentísimo, por mí y por todos los compañeros a los que hoy he visto triunfar. A la ducha, pues.
2 comentarios:
Maratoiko lehenengo 32 kmak. berotzeko egin zenituen ala?
Ez dago batere gaizki!
Azkenengo 10 kmak dira kontuak orduan. Arrasate-Oñati egitea bezala, itsasoa ikusten dela?
Donostiako koloreak jatzita, zer egin zenuen kamiseta urdinarekin?
Donostian ez dago kontenedore zurikik botatzeko
ZORIONAK, ondo ondo segi eta muxu bat,
Jaione
Enhorabuena Iñaki, una pena lo de los isquios porque seguro que hubieras hecho una marca impresionante. A pesar de ello bajar de 3h es un marcón.
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