26.11.10

Calambres musculares (Noakes, 2001)

"Los calambres musculares se definen como contracciones espasmódicas, dolorosas e involuntarias de los músculos. Aunque son un elemento importante de algunos trastornos musculares serios, los calambres sufridos por los corredores son generalmente, a pesar de la molestia, de pequeñas consecuencias médicas y suelen ocurrir o por la noche (calambres nocturnos) o durante un ejercicio inusualmente prolongado (calambres de esfuerzo). Está claro que la propensión a los calambres es diferente: a unos no les afecta casi nunca; otros siempre acaban con calambres si corren la suficiente distancia.
Los calambres de esfuerzo tienden a ser padecidos por personas que corren más distancia o más rápido de lo que están acostumbrados. Otros factores de riesgo identificados para los calambres musculares incluyen una mayor edad, un largo historial como corredor, un índice alto de masa corporal, escaso tiempo diario dedicado a estiramientos, irregulares hábitos de estiramientos y antecedentes familiares de calambres (Schwellnus 1999).
Así, el atleta cuyo rodaje habitual más largo es de 30km es probable que desarrolle calambres musculares durante los últimos pocos km de un maratón standard, especialmente si es irregular en los estiramientos y tiene antecedentes familiares. No hay evidencias de una gran alteración de los niveles electrolíticos sanguíneos en corredores con calambres (Maughan 1986; Schwellnus 1999), ni tampoco de la teoría según la cual ingerir electrolitos (como cloruro sódico, magnesio o zinc) previene el desarrollo de calambres. La deshidratación tampoco parece una buena candidata; los corredores que sufren calambres durante el ejercicio no tienen más probabilidad de deshidratación que el resto durante una misma carrera. Una excesiva ingesta de líquido tampoco parece que tenga que ver. Ahora, una hiponatremia (baja concentración de sodio en la sangre) inducida por una excesiva ingesta de líquido sí que puede llevar a tener calambres.
El primer factor que parece reducir el riesgo de calambres es simplemente un mayor entrenamiento, especialmente largas distancias para los que corren maratón. También puede ser de valor tanto el prestar atención a una adecuada reposición de líquido y carbohidrato antes y durante el ejercicio, como el no correr muy rápido demasiado pronto en la carrera.
Otro factor que puede ser importante es una adecuada atención a los estiramientos antes y durante un ejercicio prolongado. El director de la Universidad de Cape Town Sports Medicine Program, Martin Schwellnus (1999), ha aportado convincentes evidencias de que los calambres musculares provienen de alteraciones en la sensibilidad de los reflejos originados en los receptores de la tensión de músculo y tendón. Está postulado que durante un ejercicio prolongado el reflejo de estiramiento inverso, que inhibe una excesiva contracción muscular, se vuelve inactivo debido a una reducida sensibilidad de los órganos tendinosos de Golgi del tipo Ib, mientras que los impulsos estimulatorios desde las neuronas motoras alpha en la médula espinal hacia las fibras musculares del tipo Ia y II se incrementan. La estimulación de los husos musculares incrementa la probabilidad de que los músculos se contraigan. Se ha argumentado que esos cambios ocurren especialmente en músculos que se contraen en una posición acortada durante largos periodos de tiempo. Ejemplos típicos son el músculo diafragmático en cualquier actividad, el tendón de la corva y los cuádriceps en corredores y ciclistas y también los músculos de la pantorrilla en nadadores o durante el sueño nocturno. Sólo los músculos sometidos a frecuente estiramiento durante el ejercicio prolongado pueden estar prevenidos frente a los calambres. Es el estiramiento del músculo el que activa el reflejo de protección del estiramiento, originado en los tendones de Golgi.
Sin una frecuente activación de este reflejo protector, el músculo puede llegar al espasmo. La teoría de Schwellnus predice que los calambres podrían ser prevenidos si la actividad del reflejo miotático inverso es mantenida durante el ejercicio prolongado. Eso se consigue con un regular estiramiento de los tendones de los músculos afectados. Este estiramiento reactiva el reflejo dormido.
Sin embargo, está claro que aquellos atletas que sufren severos calambres musculares durante un ejercicio prolongado no se benefician de ningún consejo de los que actualmente podamos darle. Presumiblemente, estos atletas tienen un incontrolable incremento en la actividad del huso muscular que le lleva a un calambre incontrolable. Es posible que algunos de estos atletas tengan un defecto orgánico en el diseño de sus husos musculares, si bien pequeño como para causar problemas durante las actividades diarias, incluyendo la carrera. Pero les impide una contracción muscular normal en una tirada sostenida durante más de unas pocas horas. Puesto que el asunto es bastante raro y de poca importancia médica, pueden pasar algunos años hasta que resulte suficientemente atractivo para la investigación y hasta que la causa de la anormalidad sea identificada.
La causa de los calambres nocturnos también es desconocida, pero probablemente no difiera de la de los calambres de esfuerzo. Estirar los músculos afectados antes de acostarse cada noche ha resultado ser una buena prevención, como sugería con precisión la teoría de Schwellnus. Adicional apoyo a esta teoría viene del tratamiento del llamado flato.
En contraste, la quinina (antipirético. antipalúdico y analgésico), que es ampliamente prescrita en el tratamiento de los calambres nocturnos, parece no tener ningún efecto significativo en este caso (Sidorov 1993); y además no debería ser prescrita, pues causa efectos de flojera."

23.11.10

Siete casas en Francia (Bernardo Atxaga, 2009)


Al principio la novela me desconcertó un poco por el argumento, simplemente no me lo esperaba. Una vez entré en él, me fue cautivando. Luego, a dejarse llevar. La capacidad de Bernardo para fabular historias es impresionante, y si a veces le pillo el truco literario es siempre motivo de asombro y admiración. La literatura vasca es pequeña, pero ha aprendido rápido. Poco tiene que envidiar a lo que se escribe actualmente en otras lenguas y culturas.

3.11.10

Maratón de Frankfurt 31.10.10


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Final Time 2:55:49 MMP / 46º M45 (388º)

05 21:13 - 10 20:55 - 15 20:50 - 20 20:41 - 1/2M 1.28:11

25 20:34 - 30 20:50 - 35 20:29 - 40 20:53 - M 2:55:49 (4:10/km)




La mamba negra

Levantó un momento la vista y se encontró de frente con un gran reloj blanco, adosado a la farola. La una menos cuarto. Antes de calcular nada, su expresión se relajó. Aquello sonaba muy bien. En un momento aparecerían las largas mesas llenas de vasitos de papel. Si pillaba al vuelo uno de los primeros, el agua pasaría por el gaznate. En caso de mala suerte, haría por conseguir alguno del final, isotónico sabor manzana y un poco gaseoso. Extraño, pero le había sentado indudablemente bien desde que lo empezó a beber, más de 2 horas atrás. Esta vez la mente estaba mucho más despejada que en anteriores ocasiones, e intentó unos sencillos cálculos. ¿Cuánto tiempo le llevaría llegar a meta a esta velocidad tras beber 2 vasos, pisar unas decenas más y alcanzar la línea verde del km 40? El cálculo fue algo lento pero bastante preciso. 9 min largos. Bien. Esperaría pacientemente hasta llegar al cartel y miraría por 1ª vez en la carrera el tiempo total. Tras sumarle 9 min sabría si estaba lejos o cerca del tiempo de su añorada carrera, Donosti 08, aquella desapacible mañana en la que se sintió un digno y esforzado hijo de la tierra. Eso sería pronto, pero ahora había que seguir concentrado. El ritmo regular. La línea verde intermitente: permitido adelantar. Dos horas pasando corredores en un lento e inacabable goteo. El pulso firme, las piernas a flor de piel. Desde hacía un rato venían avisando. El primer susto fue en una curva a la izquierda, nada más saludar a Quique, salvando el bordillo. Prohibido alargar la zancada, cualquier gesto brusco. Había que correr como si todo el mundo estuviera dormido y no quisieras despertar a nadie. Pero esta vez había conseguido entretener lo suficiente a la mamba negra, la serpiente más peligrosa del mundo, y al divisar el 40 ya no temía su mortal picadura. La alfombra roja le aguardaba cercana, y nada impediría ya recorrerla triunfal, con el 2 presidiendo la puerta de bienvenida. Cuántas veces había pensado que aquello ya no volvería a ser posible, que los años no perdonan, que hay momentos que es mejor retener y guardar y acunar porque son únicos. Marcó el parcial, 20.53. Perfecto. Y sólo entonces hizo por ver la complicada serie, pequeñita, en la parte alta del cronómetro, 2:46:25. Le dejó indiferente, hasta que consiguió sumarle un nueve, 2:55 y bastante. Y por primera vez en toda la mañana, súbitamente, perdió el control. Las piernas, precisamente lo menos indicado, decidieron atacar por su cuenta y riesgo. Como tan a menudo sucede con las personas ambiciosas, no contando con el propio y exiguo capital, sino con la fortuna del amigo. Y como era obvio para cualquier espectador neutral, al primer movimiento de ataque la mamba se arqueó, abrió su oscura boca negra, y tras emitir un silbido penetrante lanzó presta un mordisco a la parte posterior del muslo. La parálisis fue instantánea. Agarrado a la valla, el corredor de fondo se inclinó, estiró la pata. La dosis de veneno, mortal, aún tardaría unos minutos en hacer su efecto. No había tiempo que perder. Había que alcanzar el poblado cuanto antes. Estaba ya muy cerca. Allí estaría a salvo. Se incorporó y empezó a correr cojeando, al principio con gran dificultad. Y poco a poco, recomponiendo algo la postura. La mamba se deslizaba, enroscada en las piernas, presta de nuevo al mordisco con la primera señal de ataque. Retomando el control, el corredor volvió a deslizarse cauto sobre el asfalto recorriendo esta vez en sentido inverso lo que casi 3 horas atrás había sido el principio de su aventura.




Había tenido mucha suerte, sin duda. Un contratiempo casual de última hora le había colocado en posición algo retrasada. El gentío y el estrecho callejeo le indujeron a contener el ritmo desde un principio. La soledad acaba siendo la mejor aliada del corredor de fondo, y cuando el ambiente se aligeró, él ya estaba en su propia y aislada órbita, imperceptiblemente más rápida que las vecinas en un principio, pero implacable con el paso del tiempo. La ciudad casi no existía, no la descubrió en toda su belleza hasta el día siguiente. Apenas reparó en lo que parecía un excelente ambiente urbano, callejero, musical, de barrio. Avanzaba ligero, fresco, pero también impermeable al entorno social. Se alegró enormemente, km 15, de encontrar a Luis en el nutrido grupo del 2:59. Hizo lo posible por quedarse con él diluyéndose en el ambiente. Pero fue en vano. Los contratiempos para adelantar, para beber de unos ocasionales vasos de plástico que se rajaban con la presión, derramándose en la camiseta y dejando seca la garganta, le apremiaron, le impacientaron. De ninguna manera soportaría llegar así al km 20. Siguió adelante y se despidió de Luis sin un solo gesto, deseándole suerte. Y ya todo fue suave, sencillo, los km pasaban idénticos, no necesitaba pensar en nada para distraerse, iba concentrado en su ritmo, en la zancada, en el asfalto, como si corriera sólo y le pareciera lo más natural que así transcurriera apacible el día. Apenas algún que otro instante, la parada en el 25 para tomar el gel y beber tranquilo entre algo de lío; un par de km un poco más lentos por creer que el hecho de seguir adelantando corredores como hasta entonces le indicaba que mantenía el mismo ritmo. Pequeño espejismo. Muchos atletas empezaban a tener dificultades más evidentes, la prueba era que se echaba encima de ellos con facilidad. Ajustó un poco el ritmo al alza para seguir en ligera progresión. Tampoco más, quedaba mucho por delante.




En el 30 vio a su compi Higi, todo un calvario por delante. Apenas le dio para un breve saludo cariñoso, estaba ya entrando en el trance del 32, allí donde empieza la cuenta atrás, 10, el laberinto alucinógeno del País de las Maravillas, 9, donde no sabes en qué sentido corres, vuelas o caes, 8, donde pasas por la Feria y no sabes si estás al principio o al final, 7, donde un gigante con un martillo enorme golpea machacón mientras tú, en la huida, apenas consigues resbalar, 6, donde él ha llegado hoy tocado por la varita y marca su mejor parcial, 5, donde el largo túnel se arruga entre calles, curvas, gritos, música, sin saber cuándo ni cómo ha ocurrido, 4, donde saluda a Quique, algo desconcertado pero firme hacia la luz, 3, donde todo se ilumina y aparece el gran reloj del conejo blanco, tengo prisa, tengo prisa, me espera la reina de corazones, 2, la serpiente mamba que ataca saliendo del laberinto, 1, la guardia real lanza en ristre, pinchando por toda la pierna al grito de que le corten la cabeza, cero, y en el último segundo te escapas de la pesadilla, entras en la alfombra roja, luces, música, confeti, bailarinas, acción: paseo triunfal, ves al fondo el reloj y ya no importa que marque las horas, sólo deseas avanzar a cámara lenta saboreando cada metro, levantas los brazos, bajas la cabeza, querrías cerrar los ojos y quedarte así un instante, cruzas meta, sonríes todavía crispado, te abrazas al primero que pillas, todos estáis ya en la misma nube aunque cada uno llegó con su viaje particular. Y te relajas. Ahora sí te aparece esa sonrisa que sale de dentro y que te va a acompañar durante mucho, mucho tiempo.