14.1.21

Las aventuras de Huckleberry Finn (Mark Twain, 1884)


    - ¿Cómo te llamas de veras?

    - George Peters, señora.

    - Bueno, intenta recordarlo, George. No vayas a olvidarlo y decirme que te llamas Elexander antes de que te marches, y luego a escaparte diciéndome que eres George Elexander, cuando te pille. Y no te acerques a las mujeres, llevando ese percal viejo. Haces de muchacha bastante mal, pero tal vez podrías engañar a los hombres. Que Dios te ayude, niño, cuando te pongas a enhebrar una aguja, no vayas a sostener el hilo quieto y luego arrimar la aguja hacia él; mantén la aguja fija y empuja el hilo hacia el ojo; así es como lo hacen las mujeres, pero los hombres lo hacen al revés. Y cuando le tires con algo a una rata, levántate de puntillas y alza la mano por encima de la cabeza tan torpe como puedas, y falla el tiro por dos metros o más. Tira con el brazo estirado, desde el hombro, como si éste tuviera un pivota en que girar, como lo hace una muchacha; no tires como un muchacho con un movimiento de la muñeca y el codo, con el brazo a un lado. Y, mira, cuando una muchacha intenta coger algo en el regazo, abre bien las rodillas; no las cierra de golpe como hiciste tú al coger esa barra de plomo. Yo descubrí que eras un muchacho cuando ibas a enhebrar la aguja; y he ideado todo lo demás para estar segura. Ahora, muévete y vete a buscar a tu tío, Sarah Mary Williams George Elexander Peters, y si te metes en algún lío, manda buscar a la señora Judith Loftus, que soy yo, y haré lo que pueda para sacarte de él. Sigue el camino del río todo derecho, y la próxima vez que des una caminata, llévate zapatos y calcetines. El camino del río es pedregoso, y tendrás los pies en buenas condiciones cuando llegues a Goshen, supongo yo.