10.5.20

El sabueso de los Baskerville (Arthur Conan Doyle, 1902)


Del interior del banco de niebla surgía el ruido acompasado y crujiente de algo que avanzaba. El frente se encontraba a cincuenta yardas del punto donde nosotros estábamos echados; los tres miramos hacia él, sin saber qué horror iba a surgir de su interior. Yo estaba al costado de Holmes y miré su rostro un instante. Lo tenía pálido y en tensión; los ojos le brillaban en medio de la luz de la luna. Pero de pronto se quedaron fijos, contemplando algo, y sus labios se abrieron con un gesto de sorpresa.

5.5.20

El gato negro y otros cuentos (Edgar Allan Poe, 1849)


Como si en la energía sobrehumana de su voz se encontrara el poder del hechizo, los enormes y antiguos tableros que Usher señalaba abrieron lentamente , al instante, sus pesadas mandíbulas de ébano. Fue obra de la ráfaga veloz..., pero entonces en la puerta se vio la alta y amortajada figura de lady Madeline de Usher. Había sangre en sus blancas vestiduras y huellas de una amarga lucha en cada parte de su demacrado cuerpo. Durante un momento quedó ella temblando, tambaleándose en el umbral; luego, con una bajo lamento, se volcó pesadamente hacia adentro sobre el cuerpo de su hermano, y en su violenta agonía final le arrastró al suelo, ya muerto, víctima de los terrores que había anticipado.