23.5.15

Zegama-Aizkorri Mendi Maratoia 17.05.15


Domingo de mayo, amanece. Más nubes que frío. Más niebla que lluvia. Ni un alma atravesando las tierras altas del Deba, del Urola, del Oria. Entrando en Zegama, sin embargo, es evidente que algo importante está a punto de ocurrir.
Con perfecta organización aparcas, recoges las cosas, te colorean el antebrazo con una calcomanía, y pasas a formar parte de una pequeña marea que crece y te hace sentir especial.



Los pocos que hemos tenido la suerte de conseguir dorsal compartimos prólogo con la elite mundial que disputa el Cto. de Europa. Cámaras, entrevistas, ambiente, todo anuncia la gran expectación que levanta esta carrera, mítica ya en el mundo entero.


Con las campanadas de las 9 explotan la tensión y la emoción. Quinientos y pico corredores salen disparados alrededor del pueblo, aclamados, vitoreados, para enfilar directamente hacia el bosque en una larga y empinada cuesta. Todo un rosario se despliega por la ladera mientras un helicóptero vuela bajo a la captura del momento.


Yo me coloco directamente a cola, el último. Ninguna prisa tengo, he venido a disfrutar cada metro del terreno, del paisaje, del ambiente. Pardillo en las montañas, algo había entrenado para poder aguantar tantas horas en marcha, incluso para trotar subiendo. Otra cosa es el barro. No te deja correr, es un poco frustrante. Bajando resbala, subiendo resbala, llaneando se te van los pies y sufren los adductores.


La belleza del paisaje, sin embargo, puede con todo. Y en esta carrera la variedad es tal que nunca dejas de asombrarte. Bosques, prados, cumbres, desfiladeros, solo, en compañía, aclamado por el público, todos los momentos son especiales y allí estaba yo para vivirlos.


Banderines naranja señalando la ruta los hay por millares. La hojarasca cubre el barro, y nunca sabes si eso ayuda o esconde el peligro. En una de estas pisé con confianza y el pie se hundió por encima del tobillo con pocas ganas de salir de allí. Bastantes van con palos, y cuando te toca ir un rato detrás de uno de ellos, por sendero estrecho, con las puntas casi en la cara, es realmente molesto.


Te aclaman por tu nombre, y a cambio subes las duras cuestas corriendo, tropezando, a resbalones. Iba conmigo un chaval del pueblo al que todo el mundo conocía y vitoreaba. Llegando a lo alto le digo que le van a sacar de punto, con tanto ánimo. Casi es peor, confiesa riendo.


Entre una cosa y otra discurre la primera parte de la carrera, la más "sencilla", que culmina atacando la cima del Aratz en el km 16 con piedra, viento, frío, niebla, chubasquero, braga y guantes. La bajada hacia el túnel de San Adrián no es todavía muy difícil, pero al llegar el terreno pedregoso yo avanzo acojonado, pasito a pasito, poniendo manos, todo resbaladizo. No así los primeros, que pasan lanzados, aquí vemos a Kilian Jornet sorteando el murete de un salto.


La revelación del día fue la jovencísima madrileña Paula Cabrerizo, segunda con 20 añitos. Tremenda.


Y qué decir que no se haya dicho ya mil veces de coronar Aizkorri tras la dura y larguísima subida del calvario. La niebla, el paseíllo de la multitud a la que vienes oyendo desde muy abajo, gritos, campanas, cuernos, aupa aupa, eutsi gogor, subes, casi escalas, agachado, levantando la cabeza agradecido, cansado, feliz, emocionado. Mitad de carrera. Momento culminante. Y justo detrás... la soledad y el infierno.


El cresterío de roca entre Aizkorri y Aitxuri es espectacular en verano, con el vértigo de la caída vertical hacia los verdes valles. Te imaginas cabra montés dando saltitos y trepando riscos. En mayo el panorama es muy diferente. Oyes más gente de la que ves, solo al distinguir apenas el siguiente banderín adivinas que por allí se puede pasar, manos, pies, culo, te agarras a las piedras para no ser escupido por ellas.


Y aún así solo vas pensando en la próxima bajada, la más temida, la que denominan "hostia-gorri". De repente giras a la izquierda y se trata de descender a los verdes prados de Urbia, la cara oeste de la sierra, la más amable, donde hoy se levantará un poco la niebla para vislumbrar algún rayo de sol.
Pero la tarea se las trae. El pasillo que baja directo y en picado está a estas alturas impracticable. La hierba embarrada, moteada con afilada piedra, parece tentadora. Algún imprudente se aventura. Dos  rápidas y dolorosas caídas le hacen desistir. La organización te manda bajar en paralelo buscando el matorral que te frene un poco la peligrosa inercia.
Poco a poco vas llegando abajo, y por un momento el panorama se abre para disfrutar de las vistas.



Pero la gozada de correr por las praderas de Urbia no está previsto en esta carrera. Nos mandan hacia Oltze. Senderos estrechos muy chulos, rompepiernas. Con buen tiempo he solido desfrutar mucho por aquí. Pero hoy es otra cosa, tras 25 km de carrera. Silencioso, solitario, no hay tregua para el cuerpo.
Y al fin, Urbia. La pradera, la fonda, el gentío animando. Espectacular. Con renovados ánimos encaro las faldas verdes camino del paso de Andraitz. Me encuentro muy bien y consigo subir al trote hasta bastante arriba.



El paso por el collado anuncia lo ya sabido. Si pensabas que nunca habías visto tanto barro, lo gordo estaba por llegar. Según vuelves a adentrarte por el bosque tras abandonar las escarpadas alturas, compruebas que allí nunca llega el sol. Arenas movedizas que te engullen, toboganes para esquiar sentado. Este año en realidad lo disfruté como un niño. Incluso había zonas de pendiente menos pronunciada donde podías correr y desafiar al peligro patinando jocosamente.
En el avituallamiento te ofrecían esponjas y cubos de agua para limpiarte el barro de las manos y así poder comer o beber algo.


La bajada aún así es larguísima, casi 12 km. Pensaba que los últimos tramos serían por pista más suave y practicable. Pero no. Hasta el final se suceden las bajadas duras y técnicas. Apenas quedan km y ves que sigues todavía bastante por encima del pueblo. Me encontraba bien y apretaba en cuanto se podía correr. Estaba exhultante. Más agarrotado que cansado, había disfrutado tremendamente toda la carrera, sin prisas, sin pausa, saboreando cada momento.
A falta de 3 km, enfilando con decisión un nuevo sendero estrecho en caída, piso de lado una piedra y se me dobla el pie. Dolor agudo, la cagué. Aflojo, intento no parar, me lo he torcido bien. Pienso que así en caliente quizá aguante. Bajo el ritmo y sobre todo cuido cada pisada. Al tran-tran al menos llegaré, suerte que ha sido al final.
Y al fin, el pueblo. La gente maravillosa, animando sin parar, el pequeño callejeo de gloria, los niños que ponen la mano... y la meta. Conseguido. Felicidad total tras casi siete horas de aventura por esta sierra sin igual. Hace casi tres horas que llegaron los primeros, pero te tratan como si hubieras llegado entre ellos.


Las zapatillas nunca olvidarán esto. Una aventura que hay que vivir. Puedes ver videos en you tube, puedes leer multitud de crónicas, puedes oir mil historias de esta carrera. Nada te acerca ni de lejos a lo que es si no lo vives. No hay palabras. En enero hay que apuntarse para el sorteo, márcalo en el calendario sin dudar. 

14.5.15

Campeonato de Madrid de Carreras de Montaña 10.05.15

Segundo año consecutivo que me presento a este campeonato, el año pasado fue en Navalafuente y conseguí la plata (VM50) en un recorrido bastante suave.
En esta ocasión el circuito era por las laderas de Cercedilla, donde ya se corrió el año pasado el Campeonato de España al que no pude acudir por estar lesionado de una costilla. Un circuito a dos vueltas bastante duro, con 13 km y medio y 560 m  de desnivel positivo, aproximadamente. Poco para una carrera de montaña de verdad, pero muy respetable para un cross donde no hay un solo metro de llano.


Mañana de calor, por suerte el ir a ratos por bosque ayuda bastante. Salimos del pueblo y enseguida todo se empina muchísimo. Quería no perder de vista al que me ganó el año pasado, pero sube escopetado. Intento no perder comba, con lo que me interno en el bosque en posiciones bastante adelantadas.
Pero ir rápido y con tanta cuesta duele, los cartelitos que señalan el nº de km no parecen llegar nunca. Así que aguanto el tipo no más allá del primer envite. Tras una larga y tensa bajada se pasa cerca del pueblo y en el km 5 ya toca subir de nuevo. Voy petadísimo, y la parte final acabo andando. Me voy quedando solo y bajo por senderos a mi aire, recuperando un poco.
Toca la segunda subida fuerte y larga, entre los km 7 y 9. Me siento un poco mejor y al menos voy a ritmo, no rápido pero más consistente. En un zig-zag veo que por detrás me sigue el campeón del año pasado, que con las prisas iniciales ha debido petar más que yo. Pensaba que iba escapado por delante, así que eso me anima mucho. Aprieto el ritmo lo que queda de subida y me lanzo a tope cuesta abajo.
Y en una curva revirada... resbalo y me caigo. Por suerte no llevaba mucha velocidad, consigo evitar las piedras y no me hago daño. Caer y salir bien parado me da todavía más ánimo. Al pasar de nuevo junto al pueblo me cantan que voy el 14º de la general. Eso me da otro subidón, y la última cuesta fuerte del km 10 esta vez sí la hago corriendo.
Ya solo quedan 3 km de bajada. Por delante, lejos, un apenas cuarentón de la A. D. Marathon. Por detrás nadie, así que a disfrutar. Bajo rápido y sin agobios, con fuerzas recuperadas, la suerte está echada. El circuito ha sido entretenido, variado, bonito, duro, y ya solo queda el último callejeo para acabar en la Plaza Mayor. Entro en 1h10m y en el puesto decimocuarto de la general. Creo que si hubiera sabido regular mejor el ritmo desde el principio habría estado más adelante, pero hay que asumir la inexperiencia.
En el Campeonato de Montaña de Madrid sí me he llevado esta vez el oro (VM50). Justo quedé por delante del campeón del año pasado, y aquellos pocos con los que había estado bregando en la primera parte de la carrera hasta que me sacaron de punto son los que han subido al podio en las categorías más jóvenes que la mía. Satisfecho, pues. Y con ganas de volver a este tipo de carreras.

10.5.15

Le bal (Irène Némirovsky, 1930)


Antoinette vient d'avoir quatorze ans ; elle rêve de participer au bal qu'organisent ses parents, les Kampf, pour faire étalage de leur fortune récemment acquise. Mais sa mère, plus pressée de jouir enfin de cette opulence tant attendue que de faire entrer sa fille dans le monde, refuse de convier Antoinette au bal. La vengeance d'Antoinette, aussi terrible qu'inattendue, tombera comme un couperet, révélant le vrai visage de chacun.

Entre amis (Olivier Baroux, 2015) VO


Richard, Gilles et Philippe sont amis depuis près de cinquante ans. 
Le temps d’un été, ils embarquent avec leurs compagnes sur un magnifique voilier pour une croisière vers la Corse. Mais la cohabitation à bord d’un bateau n’est pas toujours facile. D’autant que chaque couple a ses problèmes, et que la météo leur réserve de grosses surprises... 
Entre rires et confessions, griefs et jalousies vont remonter à la surface. Chacun va devoir faire le point sur sa vie et sur ses relations aux autres. 
L’amitié résistera-t-elle au gros temps ?
Drôle.

Genève semi-marathon 03.05.15


Pequeñas expectativas, pequeños fracasos. Vaya temporadita que llevo. En febrero empecé la preparación para este medio maratón. Varios días libres y un billete de avión a buen precio me habían lanzado a visitar Ginebra.
Pocas semanas más tarde se unió, inesperadamente, el dorsal conseguido por sorteo para el mítico maratón de montaña Zegama-Aizkorri (17 de mayo). Así que, burro de mí, he ido cumpliendo a rajatabla mi plan de medio maratón con el añadido de salidas y carreras de montaña.
Las consecuencias eran fáciles de prever para cualquier mente mínimamente lúcida: fatiga muscular y falta de frescura para mantener un ritmo alto en asfalto.
En resumen, que salí desde la cabeza a ritmo de récord, tan contento. Lluvia fina, nada de frío, miles de corredores, gran ambiente atlético en los barrios altos de Ginebra. A no mucho tardar la carretera sale por el campo, sinuosa, en suaves toboganes. Voy alternando grupitos sin imaginar que eso era todo lo que iba a disfrutar. Apenas pasado el km4 aparecen tramos de tierra, el firme complicado con la lluvia, y empiezo a notar la dificultad para mantener el ritmo. En el km5 ya soy consciente de que voy petado y empiezo a perder tiempo. A sufrir, y lo peor la perspectiva de lo muchísimo que queda por delante.
Toda esta excursión torna a su fin al paso por el km 10. Marco 40:00. No estaría tan mal si no fuera porque las patas se van quedando vacías. Casi dos km de bajada hasta coger la orilla del lago Leman dirección a la ciudad. Lo que debía ser una rampa de lanzamiento se convierte en la confirmación del desastre: ni bajando consigo un ritmo decente.
Ginebra al fondo, con la tremenda fuente como reclamo, pero me siguen adelantando con facilidad y todo se me hace difícil y eterno. La playa, los jardines, el embarcadero, la ciudad, el río, la sierra del Jura por el norte, los Alpes y el Mont-Blanc por el sur, la ribera del lago. Al fin la señal de último kilómetro. Aprieto, por dignidad, y con todo apenas consigo hacerlo en 4 minutos.
Pero la meta en el puente del Mont-Blanc es espectacular, la organización espléndida, el ambiente maravilloso, así que entro en meta contento, escondiendo la decepción. 1h26m48s.
Por lo demás, la parte turística del viaje fue muy satisfactoria, si bien algo más íntimo. Solo recomendar la hamburguesa veggie chèvre en Holy Cow!